Cada vez más, en los blogs, foros, páginas web se habla del fenómeno «bebés de alta demanda». Incluso en nuestro día a día como padres está presente este concepto. Para empezar, explicaremos el significado de «bebés de alta demanda»: son aquellos que lloran y precisan constantemente la atención de sus padres. Bebés que son emocionalmente más dependientes de sus padres, los cuales muchos de ellos terminan pensando que no hacen otra cosa que mantener a sus hij@s en brazos. Son aquellos que se frustran ante las adversidades y expresan este sentimiento a base de llantos desgarradores. Pero es que, seguramente, son así porque aún no saben controlar sus emociones «negativas» y para ellos la única manera de hacerlo es llorando, gritando…

En realidad esté término es realmente actual, ya que durante mucho tiempo los hemos denominado «bebés llorones» a secas. Y de hecho siempre han existido, lo cual nos lleva a cuestionar si ¿No será que los bebés son dependientes de por si? Si reflexionamos, veremos que a lo mejor hasta nosotros calificaríamos a nuestros propios hijos de «alta demanda». Pero llamarlos así, nos puede parecer un modo de etiquetarlos, que desde nuestro punto de vista, parece un poco extremado. Es decir, si preguntamos a los padres de los amigos de nuestros hijos, seguramente todos clasificarían a su hijo como «bebé de alta demanda», ya que en algún momento, todos los padres nos hemos pasado un buen rato sujetando a nuestro hijo, calmándolo, contándole cuentos… Pero, ¿no creéis que es algo común en ellos? Entonces, si muchas personas tienen la misma sensación, a lo mejor es que estamos tachando algo «normal» de «anómalo».

Lógicamente, hay casos que se deberían estudiar ya que algunos bebés pueden tener algún motivo para sus llantos, alguno importante. Pero en la gran mayoría, esta dependencia de los padres y de llorar frecuentemente es algo que termina curándose con el tiempo, a medida que el niño va creciendo, se va haciendo más autónomo, controla más su cuerpo y su mente… Con frecuencia, los padres que tienden a acumular estrés o a los que les supone un gran cambio el hecho de ser padres, suelen vivir los llantos y las noches sin dormir con más ansiedad.

Por otro lado, también debemos de tener en cuenta que no todos tenemos la misma percepción de un bebé llorón. Habrá situaciones que nos agobiaran más y en las que no tendremos tanta paciencia, el carácter de la madre y del padre, situaciones personales que afecten a nuestra estado emocional… Tampoco debemos frustrarnos y pensar que nuestro bebé es infeliz.

Ante cualquiera de estas situaciones, lo más positivo es rodearse de la familia y ver siempre el lado positivo de las cosas. Pensar en que ojalá solo sean llantos, ya que como dicen «niños pequeños, problemas pequeños». También es positivo evaluar la situación a largo plazo, informarse y saber cómo nuestro hijo va a cambiar en un tiempo. Está claro que cada niño es un mundo, pero si aprendemos más a sobrellevar estos momentos de «alta dependencia» y aprendemos como estos momentos, poco a poco desaparecerán, nos lo tomaremos con más positivismo.

 

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