La psicología inversa, en general, se basa en transmitir el mensaje correcto para que la otra persona haga lo contrario a lo que le pides. Esta opción, con los niños más desafiantes y cabezotas, suele ir muy bien siempre y cuando se utilice de manera correcta. Se debe usar como una técnica puntual, ya que sino pierde su eficacia.

Entonces, la psicología inversa es útil frente a niños que no nos hacen caso en ciertas situaciones, como comer o recoger la habitación. En general, cuando la razón no es suficiente para el niño y éste va siempre con un «no» por delante, está bien usar esta técnica.

¿Cómo usar la psicología inversa con los niños?

Es un método muy eficaz con los más pequeños, porque ellos son los que más independencia buscan, y como a nadie nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer ¡A lo mejor conseguimos que hagan lo contrario!

Lo que vamos a conseguir es que el niño tome la decisión pensando que la ha tomado él, mientras no sabe que era nuestro objetivo. Por ejemplo, si el niño no quiere hacer los deberes, le podemos decir: «No pasa nada, déjalo. Pero ya veremos cómo le sienta esto a la profesora…» Y, ante ésta actitud inesperada, a lo mejor el niño reacciona y hace sus deberes. A los niños les gusta ser competitivos y desafiantes, y de esta manera les damos la sensación de que se han salido con la suya.

Otra de las variantes de la psicología inversa, es darle dos opciones al niño para que se siente libre de elegir, y que estas dos opciones sean validas para nosotros: «Puedes comerte la coliflor o las zanahorias».

Evitar su uso en exceso

Como hemos dicho antes, es vital que esta técnica la usemos de forma puntual, sin abusar de ello. Las consecuencias de abusar de la psicología inversa pueden ser varias, como la pérdida de autoestima o la falta de seguridad. Lo adecuado es usar este método cuando se nos acaban los recursos y nuestro hijo se nos vuelve desafiante.

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