Cómo padres, madres y educadores hay unas primeras cuestiones que cabe preguntarnos a la hora de criar y educar: ¿Queremos que el niño o niña se convierta en un reflejo de nosotros mismos o en la mejor versión de sí? ¿Creemos que nuestra verdad es la última y fundamental o contemplamos el valor de la palabra e intuición de los niños y niñas a nuestro cargo?

Si queremos criarlos como seres autónomos, auténticos y fieles a ellos mismos, una de las primeras cosas que necesitamos lograr es poder identificar que es nuestro y que es de ellos. ¿A qué nos referimos con esto? Al hecho de poder considerar su punto de vista cómo válido más allá de la edad que tengan, a poder escucharlos con respeto y tratarlos con dignidad sin querer imponerles siempre nuestro modelo de la realidad.

Muchas veces los adultos nos jactamos de tener «más razón» porque tenemos más edad y experiencia. En muchos casos podremos estar en lo cierto pero en varios otros no será así. Independientemente de esta última cuestión, es importante poder generar el espacio para que niños y niñas expresen lo que piensan, sienten y creen y que aquello que comparten sea recibido con humildad y apertura por parte de los adultos.

Resulta relevante recordar que ellos se encuentran en un proceso de desarrollo personal, social y cívico y que las experiencias que vivan a lo largo de sus primeros años de vida marcarán mucho su futuro y la manera en que miren el mundo. Si queremos criarlos y educarlos desde la comunicación respetuosa y positiva, debemos comenzar por darles el ejemplo. Practicar la co-escucha es fundamental si queremos demostrarles su valor y la importancia de que tengan una opinión personal frente a la vida. Siempre podremos presentarles una idea alternativa, sin embargo, es ideal que esto se de en un marco que no menosprecie la perspectiva que haya surgido de ellos en primera instancia.

Las palabras crean realidad y es importante que podamos empoderarlos y transmitirles que son seres humanos con derechos y obligaciones frente a la sociedad y con pleno valor y dignidad como personas. El hecho de que niños y niñas puedan conversar con sus familiares y educadores de manera honesta y clara será una buena práctica en el desarrollo de sus habilidades socio-emocionales y de pensamiento crítico.

Asímismo deberemos orientarlos y poner límites cuando sea necesario pero siempre intentando cuidar el modo de expresarnos. En uno de los próximos posts hablaremos sobre la cuestión de los límites y la importancia de establecerlos con claridad, confianza y absoluto respeto para con el otro u otra.

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