Cuando nuestros hijos e hijas lloran, ¿cual suele ser nuestra actitud al respecto? ¿Empatizamos? ¿Juzgamos? ¿Les permitimos expresarse o les pedimos que se callen? ¿Validamos su emoción o la minimizamos? ¿Que expresiones utilizamos en esos momentos?

El objetivo del post de hoy es que comencemos a tomar conciencia del poder que tienen nuestras palabras tanto para empoderar como para reprimir.

Es normal que a veces nos sintamos sobrepasados o incluso angustiados al verlos llorar. Pero la realidad es que es saludable el poder naturalizar las emociones. No podemos evitar que las sientan, pero si ayudarlos/las a gestionarlas. El hecho de que el niño o niña se sienta comprendido/a y acompañado/a lo/la ayudará a que pueda transformar su emoción negativa en una más positiva.

«Diversos estudios han descubierto que las lágrimas emocionales tienen un contenido más alto en hormonas de estrés, como la ACTH o encefalina. Así, al llorar, se elimina parte de las hormonas que producen estrés y, simultáneamente, un calmante natural -encefalinas- promueve una sensación de bienestar« (Artículo completo: click aquí).

En primer lugar es fundamental acompañarlos/las para que puedan llorar lo que necesiten y luego calmarse. Ejercicios de respiración, un abrazo, darles la mano y otras acciones pueden ser fundamentales para poder aliviarlos/las y ayudarlos/las a liberar la angustia que sienten. También hace una diferencia el hecho de ponerse a su altura, es decir agacharnos y ponernos en cuclillas o sentarnos en una silla a su lado en vez de hablarles desde una altura superior a la de ellos/as. Para acercarnos realmente a nivel emocional también es necesario romper con esa diferencia de nivel.

Ya hemos hablado de como nuestro ejemplo es un pilar fundamental en su desarrollo. Es importante que podamos hablar de nuestras emociones con mayor naturalidad. Explicarles que también nosotros experimentamos tristeza, enojo o ira y hasta quizas compartirles que estrategias utilizamos para canalizar eso que nos pasa. Legitimar las emociones y aceptar que son parte de la vida es una manera de mostrar empatía y humanidad. Conversaciones de este tipo permiten acercarnos a nuestros hijos e hijas desde un lugar de mayor intimidad emocional.

Aprender a ponerle nombre a las emociones resulta fundamental. La llamada «conciencia emocional» es un primer paso para poder lidiar con las sensaciones y reacciones que las emociones traen aparejadas. Si entendemos que nos pasa, quizas podamos encontrar el porque nos sucede aquello y de que manera podemos canalizarlo y hasta resolverlo.

Algunas frases que debemos evitar son el «No llores», «Los niños no lloran», «No es para tanto», «Sigue llorando y te voy a dar un verdadero motivo para llorar», «Me tienes harto/a» (Artículo completo: click aquí). Por lo general estas frases no hacen más que incrementar la angustia que sienten y quizas hacerles creer que es mejor que la repriman.

Algunas frases que si recomendamos utilizar son las siguientes: «Aquí me tienes», «Llora todo lo que necesites», «Te entiendo», «¿Puedo ayudarte en algo?», «Lo siento», «Te escucho», «Comprendo que te sientas mal», «Entiendo que te duela, vamos a curarte», «Vamos a solucionarlos juntos/as», «Todo va a estar bien», «Mañana lo verás con otros ojos», «Tranquilo/a, lo harás bien», «Ahora no podemos hacer lo que quieres, tal vez luego», «No será así siempre», «Mamá/Papá volverá más tarde» (Artículo completo: click aquí).

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