¿Qué es la hiperpaternidad?
Debido al paso del tiempo y a las exigencias del mundo en el que vivimos actualmente, se ha creado un nuevo concepto entorno a la crianza de nuestros hijos. Este concepto gira en torno a esta tendencia de imponer metas y objetivos a nuestros hijos para ser competitivos, una «excesiva atención». Los expertos unen esta tendencia o este concepto al hecho de que hoy en día los niños dedican mucho de su tiempo libre a las extra escolares: fútbol, cursos de natación, ballet, piano… Y han concluido que en muchos les puede dar ansiedad. En general, esto les puede provocar el efecto contrario del que se buscaba.
Otra particularidad de este fenómeno es que para ser padres, se cree que debemos estar atentos a todo lo que deja o deja de hacer nuestro hijo, y en consecuencia acabar ayudándolos a resolver sus problemas, e incluso anticiparse a ellos y explicar como deberían actuar. Este enfoque, de «sobre protección» reduce la autonomía del niño, así como su capacidad de frustración, que les es muy útil para saber enfrontar las dificultades y superarlas. La consecuencia principal de la hiperpaternidad es la formación de niños con más miedo al mundo y con inseguridades.
Características de la hiperpaternidad:
Esta tendencia caracteriza a dos tipos de padres: esos que vigilan constantemente a sus hijos para prever los problemas, y decirles cómo actuar; y esos que sobre protegen a sus hijos para que estos no deban enfrentarse a ninguna dificultad.
Las características de éste fenómeno se podrían resumir como las siguientes:
- «Atención exagerada»: en vez de brindar las herramientas para que el niño resuelva sus problemas, éste se vuelve el rey de la casa y los padres quedamos en un segundo plano, controlando todo para que nuestro pequeño no se encuentre en ningún apuro.
- «Sobre protección»: podría ir relacionado con la característica anterior, pero se entiende desde otro punto de vista: maquillar o disimular los problemas o los miedos que puede tener nuestro hijo para que no sufra ningún «trauma». Es bueno dejar a nuestro pequeño presentar sus preocupaciones y sus miedos, y no debemos fomentarlos, pero tampoco podemos hacer como si no existieran. Les podemos acompañar durante el camino para que vean que no pasa nada o que son lo suficientemente fuertes para afrontar las adversidades.
- «Nunca se equivocan»: no puede ser que nuestro hijo sea un «incomprendido» ahí donde vaya. Si tiene una actitud grosera o mal educada debemos corregirlo, y no excusarnos con que «son niños» o «no los entienden».
- «Niños ocupados»: es cierto que hoy en día la situación laboral afecta mucho a la rutina familiar, pero no debemos confundir el juego con el tiempo libre. Hay ocasiones en las que es imposible que el niño no atienda a una actividad extra escolar, pero debemos de preguntarle siempre que le gustaría hacer, sin presiones. Debemos hacer preguntas relacionadas con: ¿a que te gusta jugar?, ¿que te gustaría aprender?… Para saber por qué camino llevar a nuestro hijo, para al final preguntarle: ¿te gustaría jugar a fútbol? ¿o te gustaría aprender a bailar o a tocar algún instrumento?
En resumen, exigirles más de lo que pueden hacer suele ser contra prudente y les resta en autonomía. Al final ellos son los dueños de su propio futuro y deberán tomar decisiones por sí solos. No nos debemos olvidar nunca de lo propio de la niñez ni reemplazarlo por los prototipos de la sociedad.