A menudo, las familias buscamos estrategias para modificar la conducta de nuestros hijos cuando estos hacen algo que no está bien. Pero a veces la manera en qué corregimos puede producir ciertas consecuencias que quisiéramos evitar. Éstas son las famosas 4R’s del castigo, como se conoce en Disciplina Positiva: Resentimiento, Revancha, Rebeldía y Retraimiento. Estas cuatro consecuencias derivadas del castigo se pueden producir tanto a corto como a largo plazo.
El resentimiento, es lo que se siente tras un hecho que nos ha ofendido: «Si lo trasladamos a lo que siente el niño cuando es castigado, por ejemplo en el rincón o silla de pensar, se traduciría en algo así como: «Lo que me ha pasado es injusto. No me lo merezco» explica la experta Lorena García. La revancha es la sensación de venganza por algo que nos ha hecho daño. Cuando castigamos a nuestro hijo y éste está dolido puede pensar «Ya verán más tarde…». La rebeldía se caracteriza por una desobediencia a una orden o al incumplimiento de una obligación, algo así como «Voy a hacer justo lo contrario a lo que me digan, para demostrar que si puedo». Y por último, el retraimiento es lo que nos lleva a ser tímido o a expresarnos poco, y al castigar a un niño ésta condición lo puede llevar a sentir dos cosas: cobardía, que le hará pensar «la próxima vez no me pillarán», y/o reducción de la autoestima.
Dependiendo del carácter del niño, cuando le castiguemos podríamos estar jugando con sus emociones, y al retirarle el afecto («ahora no me vengas pidiendo perdón») o privarle de lo que más quiere (por ejemplo, jugar) le podemos crear una imagen desajustada de sí mismo, que le haga plantearse si es mala persona, y entonces actuar como tal. Esto no quita que al niño no le podamos reñir, pero tampoco nos interesa que nos obedezcan por temor. Para verlo desde otro punto de vista, la disciplina positiva pone el siguiente ejemplo: «Si por ejemplo, en el trabajo nos hacen sentir mal y nuestro jefe nos grita o humilla, probablemente nos bloqueemos, nos desmotivemos y todo al final acabe saliendo peor».
Por lo tanto, educar a nuestros hijos sin castigos psicológicos o físicos, sin comparaciones, sin gritos y sin chantajes emocionales, es posible. La Disciplina Positiva nos da pasos a seguir, aunque se trata de un trabajo con objetivos a largo plazo:
- Actuar con empatía: Si no hacemos el esfuerzo de entender a nuestros hijos, nunca entenderemos por qué hacen lo que hacen ni lo que necesitan en realidad.
- Dialogar de manera positiva y saber escuchar: respetar a nuestros hijos y escucharlos en todo lo que digan, para así luego dar nuestra opinión de manera adecuada, ya que las palabras importan pero la manera en la que las decimos también.
- Acompañar emocionalmente a nuestro hijo, demostrándole que estamos aquí para escuchar su enfado. Esto no quiere decir que no le digamos lo que ha hecho mal, sino guiarle con coherencia y sentido común a analizar el por qué se siente así y qué puede hacer para mejorarlo.
- Y por último, enseñar a nuestros hijos a aprender de sus errores y a afrontar las consecuencias de estos. Enseñarles que el error nos brinda una oportunidad para aprender y que todo se soluciona, es por eso que debe cuestionarse qué puede hacer para mejorar.
No olvidéis nunca que con amor, paciencia y tiempo se llega a todas partes. Y por supuesto no os preocupéis si vuestros hijos son rebeldes de vez en cuando, al final son niños, y nacen para aprender. Así que, guiarles lo mejor que podáis y escucharlos con atención.