En general, todos tenemos cierto miedo a las peleas entre hermanos, ya que a todos nos gustaría que nuestros hijos se llevarán bien y se quisieran todo el tiempo. Es por esto, que en “Te Busco Canguro” os queremos enseñar la parte positiva de las peleas y también cómo y cuándo intervenir.
Es normal que surjan conflictos entre ellos, no debemos olvidar que estamos tratando con niños que están formando su identidad y que están aprendiendo del mundo y de ellos mismos… Y dentro de todo esto, están aprendiendo a controlar sus emociones y a entender sus necesidades. Por lo tanto, es normal que a lo largo de este proceso que tropiecen el uno con el otro.
Para muchos padres supone un gran miedo que sus hijos no congenien, es por esto que debemos eliminar ciertos miedos:
- Que se peleen no es síntoma de que no se quieran
- No es señal de una mala relación entre ellos
- Y evidentemente, sus peleas no afectarán a su tipo de relación en un futuro.
Así que tranquilidad. Solamente debemos darles tiempo para que aprendan a convivir y a compartir.
Las “peleas entre hermanos” suponen otro tipo de aprendizaje para ellos: Para empezar, les ofrece un escenario en el que probar estrategias de negociación, que aunque suene muy “adulto” es bueno que los niños desarrollen desde pequeños estas habilidades, ya que en general les permite interactuar. Y también es un espacio que les dará a entender que los demás también tienen necesidades y les hará desarrollar la empatía.
¿Hay que intervenir? Si detectamos el comienzo de una “pelea” debemos mantenernos al margen pero estar en todo momento escuchando qué es lo que ocurre, para controlar que no superen ciertos límites. De esta forma, estando presentes, dejaremos que los niños busquen una solución por ellos mismos. Nuestra “no intervención” (con supervisión) hace que ellos intenten salir del conflicto en el que se encuentran, y ésta práctica les irá muy bien para el día de mañana afrontarse a la realidad.
¿Cuándo y cómo intervenir? Es cierto que de primeras debemos supervisar el conflicto, pero cuando se llegue a ciertos puntos es necesaria nuestra intervención. Por ejemplo, si se faltan al respeto, si pasan de las palabras a lo físico o cuando se chillan.
Y en cuanto al cómo, debemos intentar evitar las típicas preguntas para averiguar quién ha empezado, cuándo y cómo… Esto no es lo más recomendable si están bastante alterados. Muchas veces el conflicto ha llegado a un punto complicado para ellos, en el que les cuesta dejar a un lado sus emociones y pensar racionalmente. Y por otra parte, estamos entrando en su “juego”, en lugar de calmar nos podemos convertir en parte de la discusión.
Si la pelea se ha complicado, lo primero que tenemos que hacer es mantener la calma para no contribuir a que ellos se agiten más. Por lo tanto, es interesante separarlos físicamente, poner distancia entre ellos y cuando estén más tranquilos hablar sobre lo sucedido. Les podemos preguntar a ambos sobre qué creen que ha pasado, cómo se han sentido y cómo creen que se ha sentido el otro. Y luego les preguntamos a los dos juntos qué se les ocurre para que los dos estén mejor. Y adoptamos una de las soluciones que ellos elijan y que hayan aportado.
Lo mejor de este sistema es que no les estamos solucionando el problema, sino que les estamos dando herramientas para que lo hagan ellos. Y así es como se saca una cosa buena de una situación negativa, ¿verdad?